Buenaventura (Colombia), 12 sep.- La ONG colombiana «Red Mariposas de Alas Nuevas Construyendo Futuro», premiada hoy por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), es esencial en la protección de cientos de mujeres desplazadas por la violencia en el convulso puerto de Buenaventura, en el Pacífico de Colombia.
ACNUR entregó el Premio Nansen, que reconoce el valor y el drama de los refugiados, por primera vez a una organización colombiana, y lo hace 16 años después de que el último de estos galardones recayera en América Latina.
El reconocimiento otorgado a esta red de apoyo a mujeres vuelve a sacar a luz la terrible situación de Buenaventura, una de las zonas más afectadas en Colombia por la violencia a causa de su excepcional salida al océano, lo que ha permitido la proliferación de bandas criminales y de narcotraficantes que se disputan el territorio.
Sus paupérrimos barrios de Bajamar están controlados por las bandas de los Urabeños y La Empresa, herederas de la desaparecida organización paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), mientras que en sus alrededores acecha la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Según ACNUR, el 38 % de la población de Buenaventura, que asciende a unos 400.000 habitantes, ha llegado hasta esa ciudad desplazada por la violencia y en los últimos tres años ha habido 395 asesinatos, además de desapariciones forzosas y denuncias sobre viviendas donde se descuartiza a las víctimas.
En ese ambiente, camufladas entre la comunidad, las «mariposas» ayudan cada día a vecinas asediadas por un clima de violencia que incluye la violación.
«Extorsionan a las mujeres porque son un blanco más fácil. Las intimidan y les dicen hasta a qué hora pueden salir de casa», dijo a Efe Mery Medina, una de las integrantes de la organización.
Mery se reparte el trabajo con Gloria Amparo y Maritza Asprilla, tres «mariposas» de un total de 120 voluntarias, todas ellas de raza negra y que han aprendido a vivir y trabajar en el anonimato para proteger sus vidas.
«Sabemos que individualmente no podemos actuar, sino colectivamente, porque es así como tenemos más respaldo, no por parte de autoridades o del Gobierno, sino de nosotras mismas, porque somos las encargadas de cuidarnos», aseguró Amparo.
Buenaventura ha sido una zona prácticamente abandonada por el Estado, pese a ser un gran puerto de entrada y salida de mercancías, pero con la creación en 2012 de la Alianza del Pacífico, formada por Colombia, México, Chile y Perú, cuyo objetivo es dinamizar el comercio con Asia, el Gobierno ha puesto sus ojos en ese lugar.
Pero las inversiones anunciadas por el presidente, Juan Manuel Santos, de más de 100 millones de dólares, se centran en dotar de un bulevar y un malecón a una ciudad donde no todos sus habitantes tienen agua corriente.
«Se olvidan de los barrios, donde no está la fuerza pública sino el paramilitarismo que sigue vivo», insistió a Efe el sacerdote Jhon Reina, quien ve cada día niños que juegan a matarse, jóvenes que forman grupos armados y mujeres sometidas a la violencia sexual.
Cada cierto tiempo, Colombia vuelve a mirar a Buenaventura y se horroriza. La última vez fue en agosto pasado, cuando las FARC volaron una torre eléctrica que dejó durante días sin suministro a la ciudad, donde meses antes había saltado a la luz el escándalo de las casas de descuartizamiento.
Pero el aumento de la presencia de soldados no tranquiliza a la comunidad, que denuncia también ataques de parte de los militares.
Solas frente a estos peligros, las «mariposas» inventaron un sistema de comunicación al que llaman «comadreo», basado en el boca-oreja entre amigas en casas o mercados.
«Cuando sabemos de una compañera en problemas miramos qué conocida suya puede acercarse y hablarle, decirle que nosotras existimos y que podemos darle una mano», explicó Asprilla.
Una vez contactadas, participan en talleres para conocer sus derechos y para que, en palabras de Amparo, «se convenzan de que no están locas ni son marimachos» por pedir respeto e igualdad.
En uno de esos centros, oculto en uno de los barrios más conflictivos de Buenaventura, Eugenia Angulo imparte clase de costura y escucha paciente los testimonios de quien entre puntada y puntada revela su drama.
«Tenemos de todo, muchas víctimas del conflicto que vienen y cuentan el tiroteo que vivieron, el abuso sexual, los asesinatos, cuentos así. Nosotras les decimos que tienen que seguir adelante y no tirar la toalla», comentó Angulo.
Amparo, Medina y Asprilla, cabezas visibles de las «mariposas», no han recibido amenazas pero saben que están vigiladas.
Con los 100.000 dólares que han ganado hoy con el premio Nansen pretenden crear una casa de acogida para las mujeres de Buenaventura donde continuar la formación de las desplazadas. EFE.
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